Un pensamiento que a uno lo puede incomodar, pertinaz como un recuerdo de la infancia que no se termina de definir, entre la duermevela de lo soñado y lo negado, es, si a los 7 espectadores que vemos en el último subsuelo de la sala 6 del Atlas Lavalle, Andrés no quiere dormir la siesta de Daniel Bustamante, la negación de una puerta de emergencia inexistente, funciona, adecuadamente, para nuestra conciencia, para la sala y para el pasado.
Quizás el film tenga incongruencias y fallidos, pero es tan brutal la puesta en escena de la negación familiar y social, que no nos deja otro opción que mirar a nuestro lado. Y lo que vemos, en El Secreto de Tus Ojos, de Juan Jose Campanella, es la imposibilidad de una salida colectiva para producir justicia, un campo anómico libre en el que se toman forma las cárceles clandestinas para ejercer justicia por mano propia.
Lo que vemos, en esa obra maestra que es La Mujer sin Cabeza, de Lucrecia Martel, por citar un par de films reveladores de los últimos años, es que lo ya lo negado toma forma de una conspiración colectiva para desentender, deformar y desaparecer cualquier rastro de culpa y de verdad.
No hay ternura, acaso fingida, de los familiares, no hay otra cosa que un campo de batalla, preparado para envilecer y corromper a los chicos.
Y esto funciona al revés de lo que sostenían los militares, orden y control para una patria familiar: aquí, lo que parece sostener Bustamante, es que la misma descomposición familiar, hecha de traiciones, de egoísmos y de cobardías mundanas no puede producir otra cosa que un estado represivo que la contenga.
Aún en su factura artesanal, no hay piedad con el destino de los personajes, parece no haber ningún tipo de escapatoria si se arma una familia hecha de medias palabras y medias mentiras.
Entonces no importa tanto la lógica del films en que una carga tan pesada no sepa ser ocultada ni enterrada, ni que los chicos hipercontrolados se escapen continuamente; lo terrible del aprendizaje se produce en la ausencia de un cariño verdadero, de una compasión inexistente.
Como en el juego del comienzo, juegos a la hora de la siesta que producen, en la incomprensión infantil un terreno actuado del horror, en las esposas que lastiman a la niñita capturada en un oscuro juego de buenos y malos.
Como lo que Andrés ve por la ventana una noche: una brutal golpiza a una pareja que la abuela se empeña en desaparecer, no tanto para proteger en el terreno de las pesadillas la verdad, sino en enmascarar la falta de piedad, un pequeño pueblo cruel, que crea monstruos desde chiquitos.
Roberto Camarra
Intérpretes:
Norma Aleandro (Olga)
Conrado Valenzuela (Andrés)
Fabio Aste (Raúl)
Marcelo Melingo (Sebastián)
Celina Font (Nora)
Juan Manuel Tenuta (Antonio)
María José Gabin (Carmen)
Lautaro Puccia Sagardoy (Armando)
Ezequiel Díaz (Alfredo)
Brian Sichel (Gustavo)
Nontué Bautista (Hernán)
Alicia Aller (Martha)
Dirección
Daniel Bustamante
Producida por
El Ansia Producciones
San Luis Cine
Productora Ejecutiva
Carolina Alvarez
Dirección de Fotografía
Sebastián Gallo
Dirección de Arte
Romina Cariola
Vestuario
Ana Lidejover y César Taibo
Dirección de Sonido
Damián Montes Calabró
Música
Federico Salcedo
Montaje
Rafael Menendez
Andrés no quiere dormir la siesta
Argentina, 2009
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