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8 feb 2010

Astronautas del centro de la tierra: dirigida por Kathryn Bigelow, llega "The Hurt Locker"


En un estado de insanía, jugar con la muerte parece la única droga que impide la fábula demente de un universo perfecto.
En un universo en el que todo refiere a una cuenta regresiva y a un análisis de daños: the kill zone, el tiempo para esperar que la bomba estalle, el tiempo para enviar de licencia al grupo antiexplosivos a su casa.
Tiempo cumplido, el personaje de William James está lejos del polvo y la escoria del otro mundo, hecho de traductores que transcriben actos incomprensibles, está cruzando el océano de sus trajes de buzo para evitar fragmentos de granadas, y haciendo compras en un supermercado de su país, Estados Unidos, con la tarea que le deja su mujer de llevar una caja de cereal para el desayuno. Y entonces duda y no entiende y no puede decidir por la cantidad y el derroche del packaking de lo innecesario, un universo con infnitas y previsibles posibilidades, pero indiferente el en que en tal opción no produce sino una repetición al infinito, en góndolas pulcras, y asépticas.
Es tal vez una escena entre el todo y la nada del otro espacio, una especie de luna, el crátrer de Irak; un mundo reducido a personas a punto de explotar, por causas que tampoco entiende y que no podrían más que afectar su cuerpo, el perímetro, los edificios. Un universo en el cual aunque no comprenda, no se puede dudar: a diferencia de las cajas de cereal en el supermercado, en el que las posibilidades infinitas dan otra cara del hastío y la desesperación.
En la luna del polvo y el calor, los tanques circulan con la primera línea de buzos-astronautas entre gente que se esconde en las ruinas y en el que entre basuras, cadáveres y restos, un cable determinada la muerte. Un mundo en el que descifrar los códigos no implica entender, en que las víctimas no llegan a ser una persona, no encuentran un vínculo, tanto que mueren y resucitan, y el asombro explica que lo único que puede desarmarse, entender y mirar, es el sistema detonador de las bombas caseras de los hombres bombas contra el ejército más poderoso del mundo.
En un film acerca del reconocimiento, el desactivador antiexplosivo siempre está a punto de estallar y mantener el control es el orgasmo inacabable.
Acaso no importe más que morir, en vidas vaciadas de otro significado que no sea el riesgo.
Roberto Camarra

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