Si Departures comienza con una confusión, el centro de la angustia está en lo descentrado, en lo que parece.
El protagonista, asistente del viejo sabio que prepara el ceremonial de los difuntos en el cuerpo, queda impactado por la belleza de la chica que se suicida con gas. Al limpiar el cuerpo lo que no parece, aparece.
El protagonista parece músico, pero no lo es: tiene el cello más caro y la apariencia de músico en la orquesta, el sonido que parece bueno se desarma ante lo incontrastable: no hay público y la orquesta se deshace, se desintegra. El no es un gran músico.
Pero para quién toca uno?
Y qué debe tocar?
Para reintegrarse, regresa al pueblo de la madre, que muere y el no cuidara, como antes fuera abandonado por el padre. Es una historia de abandonos, y esto también es lo central, qué otra cosa, sino, es la ceremonia de la muerte?
Si encuentra, otra vez por una confusión algo parecido a un trabajo en una agencia de viajes, qué tipo de partidas preparan, qué tipo de viaje es lo que sucede a los clientes que deben atender?
Departures es una reflexión sobre el artista, sobre el cuidado, sobre el abandono.
La mancha, tocar a los muertos, lo que no es bien visto, no deja ver lo que queda invisible: si los deudos reclaman por el parecido o se conmueven por la belleza nunca vista, los artistas son llevados por el destino y hacen su obra, con calma, con precisión, con un gentil afecto.
Hacen su obra con paz y con belleza. Aunque para hacerlo tengan que atravesar el dolor.
Si los que están ahí para ya no estar más, hacen su última compra que no eligen, la ceremonia es como una canción triste, pero a la vez, luminosa, y a nuestros ojos occidentales, llenos de violencia y recelo, de un respeto y de una delicadeza como sólo una tradición, en este caso la japonesa, puede reverenciar.
Abandono de los que parten: y entonces cómo lucen los abandonados ?
A veces, vistos así, en espejo, los deudos son miserables, sólo hablan de sí mismos: entonces los artistas hacen hablar a los difuntos, con una ceremonia de cuidado y de plegado, de repetición del gesto y de ritual, de veneración y de saludo.
El film de Yôjirô Takita habla sobre la construcción de un oficio. Qué otra cosa es la identidad, sino lo que hacemos, qué otra cosa es lo que somos sino las marcas que nos dejan los padres en las presencias, en las faltas, en los abandonos.
Y al encontrar su oficio, el personaje encuentra que las formas de ser un artista son misteriosas, y que el artista de alguna forma envía mensajes extraños en forma de piedras, para que lleguen alguna vez, al futuro.
Como este film, bello y de un afecto gentil, de una calma reparadora.
Roberto Camarra
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