3 ene 2010
AVATAR DE JAMES CAMERON
Así James Cameron nos trae el mundo perdido, imaginado, construido, un nuevo Jurassic Park del futuro. Y al llevarnos en el viaje, nos trae la Barrick Gold expoliando, contaminando y usufructuando minerales de la cordillera argentina cuando sus poblaciones originarias son destinadas a la relocalización o la muerte.
Avatar, enseña los métodos de la Barrick Gold y presenta a la Blackwater, la banda de mercenarios en la que se ha convertido el ejército del gobierno de Estados Unidos, en irak y Afganistán y al hacerlo nos trae a la conquista del otro, de Tzevan Todorov. Entender al otro, encontral la Malinche para traducir las órdenes de conquista. Y el protagonista, mitad conquistador, mitad traductor, paralítico, en una época en que la tecnología y los mundos virtuales pueden producir que el otro camine en el aire, tiene de nombre Jake Sully, o como suena en el idioma nativo, Shaka Zulu, el guerrero africano que derrotó al imperio Británico. Aquí claro, el guerrero es blanco, aunque se pinte de azul.
Deudora de la formidable e increíble Apocalypto de Mel Gibson, Cameron nos hace subir por fantasías de colores a lo Disney en un mundo nuevo, Un Mundo Brutal, pero conectado con las cosas, y la monstruosidad aquí es desmesurada como si la imaginación creara animales y plantas posibles gracias al led y al láser.
Un mundo nuevo que se militariza vía Transformers y en el que los científicos son subsidiarios, empleados sin consciencia previa, en el que los planes se les descubren tardíos. Las armas de destrucción masiva, las relocalizaciones de poblaciones, la lucha por el agua y el petróleo, los minerales de la Barrick Gold y otras corporaciones misteriosas, las guerras preventivas que eviten complicaciones, la destrucción del medio ambiente e incluso los gases lacrimógenes a la puente Pueyrredón: acaso uno tenga melancolía de un universo en el que lo social y la conexión con la naturaleza prevalece.
Y tenga ganas de comprender el tema del doble y el mundo paralelo, si parece que lo original, lo verdadero es el reino de Pandora, y ya queda poco tiempo, efecto hibernadero y calentamiento global mediante; la cita griega trae aparejados todos los males que una vez destapada la tapa del universo virtual, escapan: un futuro en el que coexisten avatares y la imposibilidad de caminar, de tocar, de sentir, como hasta ahora hemos sentido cada vez más espaciada por la pérdida: un universo en el que el ánfora del universo paralelo de las 3 dimensiones, entierre para siempre la vejez, la pobreza, el crimen, la tristeza. La enfermedad, la fatiga.
Acaso, el universo virtual proponga un nuevo tiempo en el que el AVATAR de cada uno pueda extraer de la vasija lo que la hija de Zeus no pudo. Esa cosa que Pandora atrapó en la ánfora llamada esperanza. Una esperanza que nos regrese a un universo de armonía como querían los griegos o a un universo de justicia como pedimos hoy
Roberto Camarra.
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