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14 abr 2013

Winter, Go Away! (Zima, uhodi!), o Fuera Putin! película colectiva rusa, en el 15º Festival Internacional de Cine de Buenos Aires.


FUERA PUTIN!

Cine hecho con el corazón, documental con agallas, cine urgente, de barricada y en el lugar de los hechos: cine colectivo y no colectivista, múltiple y plural, y no por eso cobarde: cine que se juega el pellejo. Qué otra cosa podíamos esperar de la patria de Eisenstein, de Pudovkin, de Vertov? Qué menos pedirle a los estudiantes hijos de los que inventaron el cine que salen a correr con sus cámaras por Moscú y Stalingrado mientras las democracias capitalistas se convierten en dictaduras con resabios de alguna formalidad que no las hace menos sangrientas y que convierten la patria de lo colectivo en un gigantesco casino de corrupción y muerte?
Cine sin firma, cine colectivo, los pibes de la escuela, tomándolo todo en el medio de un acto eleccionario en el que Rusia se juega todo: cine político y aún así, más generosos que el opresivo estado policial que descubren, imagen tras imagen.
Ahí vemos todo: policías que reprimen y no escuchan los reclamos de los ciudadanos, golpes a cualquiera que pretenda protestar, poner un papel, elevar un globo contra el estado terrorista. Un estado que tiene funcionarios electorales que se esconden para no dar cuentas en el medio de una elección, un estado que envía colectivos llenos de votantes pagos para arreglar los votos, que prohíbe las protestas, los reclamos, las denuncias, que persigue y apalea a los activistas mientras los coroneles sonríen con la socarronería irónica de la impunidad. O acaso no nos resultan familiares estos barras bravas musculosos con sombrero de piel que provocan a los pibes y a los viejos que reclaman por la detención de las Pussy Riot, la banda punk feminista que terminará largos años en la cárcel (que aún continúan) por hacer una perfomance en un templo ortodoxo? O no nos son vagamente cercanos los millonarios que se dedican a la política, la KGB encubierta de servicios al favor del estado democrático, los nacionalistas que esconden la homofobia o el antisemitismo, las brigadas voluntarias de control ciudadano, los vecinos reaccionarios, los discursos emocionados y manipuladores del gobierno, los dementes religiosos que ven llorar las fotos de Putin como si fueran Santas y las cantantes pop que muestran las carnes en los actos de campaña, las reuniones interminables discutiendo la menos peor de las opciones, los que arriesgan su vida o su libertad por echarle agua a un fiscal o por repartir café para ir a un mítin. El estado totalitario está ahí, validándose de elecciones fraguadas y manipuladas bajo todos los aspectos de la coerción. Y también están ahí los pibes cineastas, los activistas que se juegan en el mejor de los casos una temporada en la cárcel, los periodistas que mueren envenenados. Como dicen en un cruel chiste entre militantes:
- Una chica tiene dos gatitos iguales, para reconocerlos, le puso nombre a uno y ahogó al otro.
Y uno más: El presidente Putin, no puede hacerse cargo de lo que el anterior presidente Putin no hizo y no condicionará con la pesada herencia al próximo líder que manejará el país y cuyo nombre es Putin.
En el principio y el final dos viejos soviéticos recuerdan como dos hombres en el espacio del tiempo a Yuri Gagarin, mientras toman Vodka. El tiempo de un pasado en el que lo malo y terrible no podía prefigurar que la pesadilla recién comenzaba a nacer.

Roberto Camarra, cobertura especial para el 15º BAFICI.
Winter, go Away. (Rusia, 2012). 
  • F: E. Khoreva, D. Klebeev, D. Kubasov, A. Kurov, N. Leonteva, A. Moiseenko, M. Mustafina, S. Rodkevich, A. Seregin, A. Zhiryakov
  • E, S: Yuri Geddert
  • P, PE: Marina Razbezhkina
  • CP: Marina Razbezhkina Studios

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