Los hijos no eligen nacer, pero luego (tal vez) eligen cómo vivir. Eso en muchos casos, pero no en Dogtooth, de Yorgos Lanthimos. En este mundo pequeño y cerrado, los hijos nacen y crecen a gusto de sus creadores. No sabemos bien qué motiva las acciones de esos padres, si gozan dentro de ese sistema perverso, si persiguen alguna idea de mundo perfecto: sólo los conocemos a través del fragmento de sus vidas que el relato elige contar, sin saber nada sobre el pasado, y mucho menos sobre sus pensamientos. Y tal vez ni sea necesario ver mucho más atrás, porque esos hijos son niños, son adolescentes y son adultos, todo al mismo tiempo: juegan al gallito ciego hasta encontrar a la mamá, buscan la ayuda del padre fuerte ante el menor peligro, descubren la sexualidad sin nombrarla, salvan ahogados, curan enfermos.
El film nos presenta sin mucha explicación a tres hermanos (el varón, la mayor y la menor) sin nombres, sin edades y sin vidas, que cumplen sin dudar, los mandatos de sus padres, en el encierro del caserón familiar. El mundo exterior existe, (el espectador puede verlo en unas pocas imágenes, y las víctimas, mirando a través de un portón), pero sólo es posible ser transitado por el patriarca del hogar, quien regresa cada día del trabajo con provisiones y nuevas historias sobre el peligroso "afuera". Para proteger el modelo y reforzar la creencia en él, todo está permitido: cambiar el significante y significado de las cosas, convertir una canción en un discurso evangélico, transformar verbalmente animales domésticos en monstruos asesinos, crear situaciones conmovedoras que nunca existieron. No sabemos por qué lo hacen, pero sabemos que son conscientes, porque actúan prolijamente y siempre en consecuencia. No así sus hijos, que escena tras escena cumplen las prendas que sus padres les van sorteando, como pequeños cuadros de una historia que parece nunca acabar.
Hasta que una mano ajena comienza a despertar la curiosidad de una de las víctimas del implícito experimento y entonces, el plan perfecto empieza a fisurarse: sin tensión pero incorporando matices valientes a una propuesta que parece simbiótica, pero sólo lo es en función de incorporarnos al clima del hogar, tan ordenado y rutinario como retorcido. Lanthimos combina fabulosos actuaciones con la narración de un juego perverso, que al igual que todos los de este tipo, roza límites peligrosos y difícilmente termina bien.
http://www.youtube.com/watch?v=alqV65PnfOE.
Valeria Álvarez
En "El Palacio de la Pureza" de Ripstein, la situación de encierro, intrafamiliar y enferma, está enmarcada, castigos e incesto mediantes, por la fabricación de un raticida que aspiran los integrantes de la familia.
ResponderEliminarOtro film, notable en el mismo aspecto, es "La manzana", de la entonces debutante Samira Makhmalbaf. En Teherán, otras niñas no poseen, más que la maldición de ceguera y la ausencia de lenguaje y el reconocimiento del aroma de una manzana, que en la calle las devuelve al juego y a lo inalcanzable.
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