El valeroso
e improbable acto de la convivencia.
¿Qué es el bien común? ¿Cómo convivir con el otro,
tan diferente de mí? ¿Qué ocurre cuando los grupos dominantes creen en cosas
que yo no creo? ¿Hay distintas grupos sociales anclados en distintas épocas del
mundo? ¿Si no creo, aún estoy obligado a creer por el estado o por el gobierno?
¿Las mayorías tienen impunidad para decidirlo todo?
En un universo de seudo repúblicas y democracias que
se sostienen gracias a un control obsceno de la publicidad oficial, de la
represión armada estatal o paraestatal, de la persecución a la prensa o el
encarcelamiento de opositores y el hostigamiento a los intelectuales, sin
perder nunca la forma de que lo que se lleva a cabo es por el bien popular
aunque los verdaderos privilegiados sean las clases políticas y sus
simpatizantes que viven de sus prebendas, una película como esta es un acto de
coraje.
No solamente porque cuestina lo dado, sino porque lo
hace desde una completa humildad, aún a riesgo de perder argumentos y la
posición dominante del cineasta para hacer pie en el pequeño lugar desde el que
se plantea preguntas, que intenta y que busca armonía y un mejor lugar para
vivir, libre y menos autoritario, aunque sea descalificado en su intento como si
en realidad, la tolerancia fuera el origen real del fascismo.
La propuesta en la película Iranian es que en una
casa en las afueras de Teherán, el director logre reunirse, (luego de una larga
búsqueda de años por las dificultades y temores en el proceso), con cuatro
religiosos musulmanes de la República Islámica de Irán para discutir si es
posible la convivencia de acuerdo a reglas compartidas en el día a día, en una
república en la cual la religión y el gobierno dictan normas en las que una
aparente minoría no está de acuerdo o sufre. Hombres solos, para aprovechar el
lugar y pocos días de convivencia debatirán y finalmente se sumarán las
familias, mujeres y niños, que según las costumbres estarán apartados en
ciertas prácticas cotidianas.
Y cuando surgen los problemas del día a día, acerca
de qué reglas pueden o deben imponerse, (el por qué del uso del velo y de su
imposición o tolerancia, cuál es el tono
para escuchar una canción, si se puede escuchar música cantada por mujeres o
debe estar prohibida, cómo es el ritual para rezar o qué leer): la religión, el
control del cuerpo, la educación y la resistencia a los regímenes autoritarios
pasa por las paredes de la casa.
Generosa es la entrega de los participantes, la de
los religiosos fundamentalistas y la de los productores del film y arriesgada,
ya que al director, por plantear estas preguntas en una película, se lo
persigue, se le quita el pasaporte y se le prohíbe regresar a Irán. Y ahí es
cuando confluyen el inicio en el cual registra en la ceremonia religiosa como
el amor convive con la violencia y el final en donde el temor a decir o hacer
se vuelve cuerpo en la conversación del taxi de regreso del aeropuerto.
Película que excede el marco político iraní para dar
cuenta de lo difícil que es el camino del artista o del intelectual, ya que si
no cede frente a los gobiernos o al poder le queda el escarnio o el exilio.
Mientras tanto, afuera, los chicos no dejan ser
chicos que espían a las gallinas o trepan por un árbol a buscar un gato. Y en
el acto de cocinar del director y sus invitados, es cuando descubrimos que
tenemos más cosas en común como seres humanos que las prisiones mentales que
nos imponen o que nos imponemos y que permiten a los fanáticos, sean quienes
fueren, justificar lo injustificable.
especial para www.rayoverde.com.ar
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