En El Escarabajo
de Oro de Alejo Moguilansky y Fia-Stina Sandlund, los personajes
buscan un tesoro y por esa razón pierden una película, o la inventan, y la
demoran y la vuelven a inventar. Encadenándose en el delirio de una road movie
inmóvil en la que se cruza la sombra de Edgar
Allan Poe y el desencanto hecho palabras de otra de las grandes figuras que
se suicidaron en la historia argentina y político fundamental y quizás por eso,
olvidado, Leandro N. Alem, todo es
motorizado por la ambición. Ambición de dejarlo todo por el oro, o de cómo el
oro hace olvidar todo; cambiar películas y sentidos, actores que se vuelven
personajes y luego expedicionarios: un oro que será tan improbable y esquivo
tanto para los nativos intelectuales y emocionalmente resentidos como lo fue
para los conquistadores que buscaban El Dorado. O claro, para los actores, productores o directores que intentan encontrar oro en películas que nunca lo darán. Esto es un poco la idea de hacer una película que no se hará: la capacidad argentina de hacer agua de las piedras.
En Anagramas,
la película en un blanco y negro oscuro de Santiago
Giralt, las letras de las palabras que se arman y desarman son como peces
que se encuentran para volverse a perder en el agua turbia de una gran pecera. Así
las parejas a su vez se aman y desamoran combinando letras que tienen al hastío
como una palabra repetida, a iguales dosis del humor patético y desencantado de
los que tienen vidas de las que quieren escapar porque no terminan de entender
qué quieren y qué han hecho de sus vidas, cuando tienen hijos y parejas y los
encuentros furtivos son una pobre posibilidad. En esto está la mirada sobre gente que no termina de entender cuál es el camino a la felicidad, porque está perdida en un sueño hedonista que se evapora, como se va el recuerdo de la representación al final de una obra, en la que todo queda expuesto en las miserias de lo cotidiano.
El cine argentino fue modificándose y convirtiéndose
en múltiples maneras de decir y producir, y el cine independiente argentino
produce y provoca con los escasos recursos resultados vitales y potentes, con
estructuras mínimas que cruzan entre la colaboración familiar, directores que
escriben y actúan y colaboran en equipo con otros directores y con grupos de
amigos actores que se encuentran, como cuenta Santiago Giralt en la
presentación de su película, por azar en una boda, y quedan para filmar, cuando
se puede y cómo se puede, y aún así con una capacidad de producción que ya parece
que no puede detenerla nadie apostando a ideas que atacan desde la hipocresía
de las relaciones humanas a la hipocresía de hacer cine en argentina, e incluso jugando, experimentando, divirtiéndose para hacer divertir con las formas de representación y de la amistad.
Roberto Camarra para www.rayoverde.com.ar
El
Escarabajo de Oro. (Argentina-Suecia-Dinamarca,
2014)
De Alejo Moguillansky y Fia Stina-Sandlund.
Con Rafael
Spregelburd, Walter Jakob, Mariano LLinás, Georg Tielman, Matthieu Perpoint,
Luciana Acuña, Andrea Garrote y la voz de Hugo Santiago.
Anagramas. (Argentina,
20 14).
De Santiago Giralt. Con Catarina Spinetta, Nahuel
Mutti, Leonora Balcarce, Nicolás Pauls, Vera Spinetta, Emanuel Miño y Lautaro
Perotti.
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