Los Coreanos saben cómo nos
sentimos todos nosotros
Borgeana y en picada a la locura, Alone, film de Park
Hong-min es una poderosa lectura de un mundo en el que Seúl parece un dibujo de
Escher. Ahí está todo el territorio de las pesadillas, circulares y confusas, y
a la vez atemorizantes en su continuo encadenamiento. Febril, urgida y desoladora, nos mete dentro de
nuestras propias cabezas en las que nos quedamos dando vueltas, en los oscuros rincones de
los padres, la pareja, la muerte y la soledad, como si la película quisiera empujarnos y
hacernos caer por los laberintos de las calles que serpentean entre las rocas y
las casas.
Si en Alone hay un aire a lo Muholland Drive David Lynch, relato de
un sueño en un bar mediante, en Communication & Lies, otro episodio, esta vez en el
baño de un bar, con una violencia indestructible y sin epifanía posible nos trae al
mejor Paul Thomas Anderson, el de Embriagado
de Amor. Inhóspito corazón habitan los desesperados personajes brotados de
locura de Communication & Lies. Con un corte temporal aparentemente
arbitrario y en el que el descubrimiento de las cosas no hace más que dejarnos
en la más absurda soledad, todo es desesperación. Amor enfermo, enfermedad de
lo irreparable, enfermedad que explota y a la vez locura y llanto en el que los
personajes destruyen su cuerpo y claman por un poco de piedad.
Dos films extraordinarios que exhiben en una especie
de cuento de horror de nuestras almas, lo que el cine independiente de Corea
del Sur es capaz de producir.
Roberto Camarra, especial para www.rayoverde.com.ar
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