El Acorazado
Argentino.
En una de las
escenas más gigantes del cine, unos marineros se niegan a comer carne podrida a
la que lo obligan la situación de encierro y el maltrato de los oficiales del barco,
lo que desatará un motín y provocará una película con las imágenes más potentes
de la historia. La película habla de los despertares de la revolución en Rusia
y se llama El Acorazado Potemkim, y
su director fue Sergei Eisenstein.
En El Patrón, Radiografía de un Crimen,
hay carne podrida. Abombada, de segunda, lavada y preparada para el engaño. Hay
carne agusanada. Y hay una rebelión que se cocina lenta e inevitable, en el
helado y enrarecido aire del frigorífico y del conurbano.
En la tradición
cinematográfica de los explotadores y de los explotados en la que el cine
argentino ha recorrido con el coraje y el talento cinematográfico de sus
referentes como Las Aguas Bajan Turbias
de Hugo del Carril o Prisioneros de la Tierra, de Mario Soffici, aquí
tenemos en los costados de la civilización, en los expulsados del interior a
los barrios de casas bajas y vidas en el cuarto del fondo, las mismas escenas
replicadas de esclavitud y espanto.
Están en el film los
patrones que entrenan, endeudan, estafan y hostigan al manso trabajador que no
tiene ni puede conseguir la oportunidad de una salida. Y está la indiferencia
estatal y la ceguera judicial y los síntomas de una situación social que se
repite en la historia. Más cercana, quizás, en sus aspectos formales y en la
descripción de la caída del hombre del interior a El Bonaerense, de Pablo Trapero, hay en El Patrón, un cruda mirada a lo que comemos, al trabajo y al éxito
comercial y a la despiadada ruta de la carne.
Con notables
actuaciones y una formidable caracterización Joaquín Furriel, basada en una
historia real del criminólogo Elías Neuman. Para hacer un programa y revisitar
el corto Faena, de Humberto Ríos, antes de perder definitivamente el apetito
sobre las achuras del domingo.
Roberto Camarra para www.rayoverde.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario