Wolf street
Lo que propone, tal vez, el
director Martin Scorsese en El
Lobo de Wall Street (1) es materializar la utilidad, función, uso del
dinero abundante, sin freno, desmesurado. El dinero, este dinero que se obtiene
mediante trucos de magia, de chanta, de hablador: y esto puede parecer un
sacrilegio, parece decir, pero el dinero, ése dinero, no sirve para nada que no
sea el exceso, el descontrol, lo inútil. Para una puesta en escena de lo
obsceno.
Y además, tanto dinero no
existe; es un chiste, una broma, un engaño, como lo instruye el farsante de Mark
Hanna (Matthew McConaughey) al iniciado Jordan Belfort (Leonardo Di Caprio) cuando este aún conserva algo de humano. Es papel y
la mayoría de las veces incluso es inmaterial, es simplemente una voz en el
teléfono que dice lo que uno estuvo esperando toda la vida que alguien le
hiciera creer: que por más boludo que uno sea, alguien le ofrecerá millones
porque uno se lo merece después de todo, porque no vivimos del trabajo honesto;
nada más vivimos a golpe de suerte.
Estamos hechos de eso,
parece decir Scorsese en El Lobo de Wall Street. Estamos construídos de una ambición criminal,
estúpida y miserable. Los que sí inventan el cuento pueden tener ese destino de
lujuria inconsciente distinto del de los estafados. ¿Para qué sirve, entonces
el dinero?
Para tener monos en
patines, enanos volando a un blanco, humillaciones corporales en canje por
otras humillaciones sociales, (rapar a una mujer a cambio de dólares para que
se opere el cuerpo), drogas y más drogas, drogas que te dejan babeando porque
la realidad es tan inútil como una cancha de tenis en una prisión.
Película amoral como
pocas, en la que nos involucramos felizmente por nuestra propia avaricia en la
potencia vital e insaciable del relato. Nos pensamos, como siempre, tocados por
la gracia cuando la verdad es que nos están quitando lo poco que nos queda.
En el final de Buenos
muchachos (2) Henry Hill (Ray
Liotta) piensa lo mismo que el Jordan Belfort de Leonardo Di Caprio, yo tengo mejor gusto, así que me merezco el
dinero de los tontos, pero normalizado, obligado a una rutina de trabajo diaria
no soy más que un boludo igual que ellos. Al final yo, que siempre quise ser un
gángster ahora que me convertí en un soplón estoy entre estos tipos, estas
casas repetidas al hartazgo, haciendo la sopa que hacen todos con sus vidas
miserables.
En el final de El
Lobo de Wall Street, Di Caprio
ve a la cara a los ambiciosos estudiantes del seminario. Él, y sobre todo
nosotros,(el objetivo de la cámara se vuelve subjetivo de nuestros ojos)
los vemos (nos vemos) codiciosos y
balbuceantes, soñando con ser millonarios, pero apenas intentando vender torpe
y tristemente una lapicera.
(La secuencia brutal del primer capítulo de la
serie de TV Hung (3), cuando un quebrado Thomas Jane concurre a un curso que se dicta en el salón de un
hotel para los que quieren ser millonarios desnuda, literalmente, el sistema
patético de estos reuniones o conferencias).
En Escándalo Americano, (4)
la película de David O. Russell,
también se trata de vender, en este caso, siquiera un papel: la posibilidad de
dejar de ser boludo y que te den tanto dinero por nada; en el que el engañadar
hace casi un favor a cambio de decenas de miles de billetes: un improbable trámite
que el otro quiere desesperadamente creer; en esa necesidad atormentada de
calcular que recibiremos algo que no nos corresponde está el auto fraude. La
mentira se visibiliza desde el cabello en la escenificación capilar que hace el
film: el inflado peinado del mayor Carmine Polito (Jeremy Renner), los ruleros del agente del FBI Richi Di Maso (Bradley Cooper), el engaño insostenible
de las chapas boladas del perfecto timador que es Irving Rosenfeld (Christian Bale).
Los otros estafadores, los
devaluados y destinados al fracaso son los invisibles, maleantes aunque no sean
denominados de esta manera. Los que:
“Están ahí, pero no los
ves…bueno…de eso se trata…” instruye Marcos (Ricardo Darín) a Juan (Gastón
Pauls), en 9 reinas,(5) tramposos
que engañan abuelitas o señoras en el ascensor y caen cuando quieren picar alto.
“Chorros”, afirma el personaje de Juan. “No: eso es para la gilada…” contesta
Marcos.
Estos tipos de ladrones
son invisibles, pero el verdadero tramposo está a la vista, e incluso vos vas a
pedirle que te deje estafarte.
Los auténticos lobos de los que
sospecharíamos por su ingeniería capilar si es que la ambición no nos nublara
la lógica, tienen mujeres enloquecidas por su rol subsidiario y están
atravesados por sus dobles vidas, saben que lo que los separa del resto es esa
habilidad para dejar los escrúpulos y ofrecer la llave de la codicia al otro,
el que sueña con el progreso sin trabajo, con lo heredado por la gracia, porque
uno claro, piensa que no es o nunca será el boludo de la historia.
En Escándalo Americano, la
justicia, la policía, está integrada por otros tantos truhanes, dementes, inhábiles,
tan torpes como los que van al curso o conferencia que les enseñe como convertirse
en millonarios, que les explique como ser el ladrón del Banco de Acasusso sin descubrir que no van a
serlo nunca, el tipo que termina riéndose de todos: el que roba un banco,
escapa por las alcantarillas y al poco tiempo inaugura una joyería, como si
fuera un guiño a Atrapar al Ladrón de Alfred Hitchcock (6) (7).
La única que sale intocada
siempre es la mafia, un movimiento que prescinde de los hombres que haya que
prescindir o utilizar y manipula a esos políticos torpes y sí, también un poco
ladrones que pueden llegar a creer e incluso intentar hacer algo por la comunidad,
sin dejar de pertenecer a la raza de los boludos.
En el mejor momento de los
90’s, un chiste, como pocas veces, como siempre, devela todo. El mismo líder
político del período histórico, créase o no, lo cuenta por radio. En una
emisora lo repiten una y otra vez. El chiste para explicar lo inexplicable. Lo
que cuenta el presidente de este país, un país que desde los 60’s quiere ser como el de Di Caprio y Liotta pero reconvierte su probable Hollywood en
la estética de la serie de tv Policías en acción es el siguiente:
Una mujer con tono de
desesperación llama a su marido por teléfono y le va exigiendo que le permita
comprar con la extensión de la tarjeta de crédito distintas cosas, porque se lo
merecen, ya que si es que tienen el dinero no puede ser que no lo hagan: cosas
que son inútiles, desaforadas, ostentosas y ofensivas, el paroxismo del gasto
del dinero,(estamos en un período de crisis en el momento del relato), la
extensión de un plástico que te devuelven intacto, mientras que una
autorización electrónica te dice que siga la fiesta. Bien, la mujer pide estas
cosas que nadie necesita pero que la separan del resto, de los boludos: tapados
de piel, joyas, lo que sea inconcebiblemente caro: cada pedido es aceptado y
cedido por el marido, una y otra vez, a pedido más grande e inverosímil. Por
supuesto que termina con la compra de una ferrari.
Cómo no terminar, en los noventa, con una ferrari.
Cuando la mujer corta, alguien que ha escuchado la conversación, felicita al hombre
por la generosidad con su mujer con la que acordó gastar una cantidad de dinero
inconcebible con todos esos gustos extravagantes. -¿Mi mujer?,responde el otro.
- No sé quién es, no la conozco, era un llamado equivocado...
Triple juego: el
presidente que cuenta un chiste sobre un marido que regala lo que no es de él,
a quien no conoce, sin importar las consecuencias. Porque para qué sirve el
dinero si no es para probar pastillas y terminar babeado y acceder a cupés
italianas y aterrizar helicópteros en las canchas de golf mientras los boludos
se levantan al alba para vender sus lapiceras mientras balbucean por la vida.
Roberto Camarra
(1)
El Lobo de
Wall Street, (The Wolf of Wall Street). 2013 (USA)Dirigida por Martin
Scorsese. Con Leonardo Di Caprio y Jonah
Hill.
(2)
Buenos Muchachos, (Goodfellas). 1990 (USA). Dirigida
por Martin Scorsese. Con Ray Liotta, Robert De Niro y Joe Pesci.
(3)
HUNG. Serie televisiva emitida por la cadena HBO.
Creada por Dimitri Lipkin y Colette Burson. Con Thomas Jane y Anne Heche.
(4)
Escándalo Americano, (American Hustle), 2013 (USA).
Dirigida por David O. Russell. Con Christian Bale, Amy Adams y Bradley Cooper.
(5)
9 Reinas, Argentina, 2000. Dirigida por Fabián
Bielinsky.
(6)
Para atrapar al ladrón (To Catch a Thief) 1955
(USA). Dirigida por Alfred Hitchcock. Con Cary Grant y Grace Kelly.
(7)
En 2006, en Acasusso, ladrones tomaron un banco,
rompieron 146 cajas de seguridad y escaparon en gomones por los desagües
subterráneos. Se estima que robaron más de 8 millones de dólares. Uno de los
acusados, luego de unos pocos años en prisión fue expulsado de Argentina y en
Uruguay abrió una joyería de su propiedad y dio entrevistas con declaraciones
burlonas hacia el sistema de justicia en general.
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