Friedrich Wilhelm Murnau (1888-1931) fue, junto a D.W.Griffith, Serguei Eisenstein y Alfred Hitchcock, uno de los grandes creadores de formas de toda la historia del cine. Su obra, truncada por un accidente automovilístico que le costó la vida, apenas pudo desarrollarse en poco más de una década, pero incluye films de una belleza incandescente, capaces de atravesar las pruebas del tiempo, como Nosferatu (1922), La última carcajada (1924), Amanecer (1927) yTabú (1931). Doctorado en filosofía e historia del arte y discípulo de ese gran revolucionario del teatro moderno que fue Max Reinhardt, Murnau supo fundir en su cine la mejor tradición del romanticismo alemán y contribuyó de manera determinante al apogeo del expresionismo y a la creación del Kammerspielfilm.
“Para Murnau, el director más grande que hayan tenido los alemanes -escribió la historiadora Lotte Eisner-, la visión cinematográfica nunca es el resultado del puro esfuerzo de estilización decorativa. Murnau ha creado las imágenes más perturbadoras y más cautivantes de la pantalla alemana”. La continuación de su carrera en Hollywood fue igualmente genial: “Si se me pregunta cuáles son los lugares que más me gustan en mi vida diré que es el campo de Amanecer de Murnau, o la ciudad del mismo film”, escribió François Truffaut. Sobre su film final, Tabú, escribió Eric Rohmer: “No me asusta denominar sublime a esta fusión espontánea de los sentimientos religiosos y poéticos”.
Texto de la página del Complejo Teatral de Buenos Aires.
Volver a los clásicos. Murnau en la sala Leopoldo Lugones del TMGSM. Av Corrientes 1530. Hasta el 15 de mayo.
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