Como despedirse de fantasmas- Elena de Petra Costa
El suicidio es la no despedida. Cuando alguien se suicida el
tiempo se anula. Lo que queda de tiempo, queda congelado. Lo que queda después
de un suicidio son los rastros de lo que alguna vez fue. Y no hay despedida
posible, porque después del suicidio, lo que queda, entre otras cosas, son
preguntas.
Petra Costa hace el recorrido de su hermana, haciendo el
trabajo mental de separarse emocionalmente de su muerte. Y en el único momento
en que esta separación puede darse es cuando Petra supera la edad de muerte de
su hermana Elena.
Elena es una obra armada con fragmentos de videos en donde se la ve
bailando con su hermana Petra, armando danzas en donde nos hacen testigos del
crecimiento, de los cambios en el cuerpo (esa extraña, sensual y sutil relación
de los brasileros con el cuerpo y la danza). Pero en algún momento, esas
grabaciones cotidianas se convierten en un tesoro y en un enigma. Tesoro porque
Elena ya no está y enigma porque los cambios de su cuerpo se vuelven cambios en
el estado del ánimo, y las cosas comienzan a ponerse trágicas.
Petra narra la
historia de su hermana con una sonrisa, se nota en su voz, la recuerda amable y
contenta. Y cuando el recuerdo comienza a teñirse, Petra sonríe aún más. Porque
en realidad, esa ironía de no poder despedirte de una persona a la que amás, no
poder despedirte de tu hermana mayor, se tuerce a un lugar desconocido ante el
crecimiento de la sonrisa de Petra. El arma de Petra contra el dolor de tener
pendiente la despedida de su hermana es su sonrisa.
Con amplias reminiscencias en Tarnation (Johnatan Caouette,
2003), Elena es una testimonio bello,
un homenaje y una oración protectora que tuvimos la suerte de ver en el BAFICI
presentada por su directora, quien también es narradora y protagonista. Elena es una construcción del recuerdo a
partir de la nada y una despedida al fantasma de una hermana que nació siendo
mayor y terminó siendo menor.
Lucía Luna
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