Joanne es asesinada por unos seres indefinidos que deambulan en el edificio donde vive con su esposo Tommy. Estos seres ultra flacos, que andan siempre con capuchas son parecidos a demonios, pueden oler y visualizar el miedo en la gente que los teme.
Tras convertirse en el testigo del violento asesinato de su esposa, Tommy se vuelve una persona gris y miedosa. También desarrolla síntomas de agorafobia, y su cuerpo responde posturalmente a ese miedo que crece adentro suyo: se vuelve un tipo encorvado, y con la mirada perdida en el pánico. Pero hay otra conversión más en la vida de Tommy y es que se vuelve padre. Elsa nace del vientre de su madre comatosa en un barrio triste con edificios en monoblock. Y entonces Tommy se vuelve un luchador contra sí mismo y contra los fantasmas que habitan en la casa que debe dejar atrás. Y entonces Citadel se vuelve una película acerca del miedo y de cómo atravesarlo, y también una película sobre los espacios y cómo ese habitarlos y abandonarlos (o la imposibilidad de ese abandono) puede volvernos locos.
Elsa se vuelve la razón por la que Tommy debe continuar viviendo y por la que deben mudarse; Elsa es la razón por la que Tommy debe construir un hogar sin demonios, pero más que nada, es la razón por la que debe ser capaz de atravesar el miedo.
En otras palabras, Tommy debe aprender a volverse invisible al terror.
En su primer largometraje, Ciaran Foy construye una película de terror referida al poder de los miedos y de la invisibilidad, con unos paisajes ingleses que parecen sacados de una pintura de Friedrich de la contemporaneidad, con un excepcional trabajo de fotografía de Tim Fleming, quien también hizo la dirección de fotografía en la hermosa Once (John Carney, 2006)
Algo de estos mitos sobre el volverse invisible están presentes en la leyenda japonesa sobre Hoichi (conocida en la Argentina gracias a la labor de Elsa Bornemann, una de las pocas escritoras infantiles que se tomó la molestia de asustar de verdad a los niños dándole difusión y convirtiendo en cuento algunas de estas leyendas tan populares en Japón). Hoichi era un músico ciego que deleitaba a todos con sus habilidades tocando la biwa (instrumento de cuerdas japonés). Tal era la fama de la habilidad de Hoichi, que una noche un misterioso samurai lo convoca para que toque para él. La visita del samurai se repite a lo largo del tiempo hasta que un día convence a Hoichi de que vaya a tocar para él a su morada. Y Hoichi va. Pero al notar las repetidas ausencias en las noches de Hoichi, el monje que le da hospedaje lo sigue a escondidas y descubre que Hoichi toca la biwa en el medio del cementerio, completamente a oscuras y solo. Y comprende que Hoichi está tocando para espíritus. Para protejerlo, el monje le tatúa a Hoichi unas oraciones de protección en todo su cuerpo logrando asi, volverlo invisible a los espíritus malignos. Porque, al igual que Tommy, el peor enemigo de Hoichi es su propio miedo. El final de la leyenda se puede googlear o leer en libros sobre espíritus japoneses, pero de cualquier manera, el punto también es encontrar las maneras de atravesar el miedo, de reconocerlo y ponerlo de nuestro lado. Porque para volverse invisible, lo que hace falta es reconocer de qué necesitamos escondernos.
Lucía Luna
Citadel se proyecta en el BAFICI hoy 18/04 a las 23:35 en el Village Recoleta, el 19/04 a las 23:30 en el Village Caballito y el 20/04 a las 21:00 en el Arteplex Belgrano.
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