Algunos directores de cine basan su narrativa en la lectura que hacen de los personajes, personas que parecen antagónicas, en uno o más sentidos. En Las vírgenes suicidas por ejemplo, se cuenta la historia de 5 hermanas adolescentes que terminan con su vida, desde el punto de vista de otros adolescentes vecinos, pero varones. Las diferencias, en algunos casos bastante sutiles entre lo que ve una adolescente mujer y un adolescente varón, son, en este caso, definitorias. Wes Anderson trabaja con este método en muchas de sus películas, se puede decir que es lo que hace a su poética: la lectura de los rasgos existenciales de los protagonistas a partir de la lectura de un tercero.
Dos niños problemáticos se enamoran y huyen de un círculo que los rechaza, sí, esta premisa que se repite a lo largo de la filmografía de Anderson, se muestra acá desde la perspectiva amarga y un poco cruel de los ojos adultos que observan la niñez. La lealtad aparece como un valor casi inaccesible para el mundo de los adultos, en realidad lo que construye ese mundo adulto es la segmentación del mundo infantil; los rechazados y los aceptados.
Una película prolija como lo hubiera hecho un niño maniático, llena de metáforas sobre la amistad, con algunas citas y referencias a Melody y a The Royal Tenembaum, una selección musical perfecta que ya es común en las películas de Anderson.
Escrita en conjunto con Roman Coppola, con quien ya había escrito la película anterior (Viaje a Darjeeling), con dirección de fotografía del prolijísimo Robert Yeoman, esta película se luce también gracias a las excelentes actuaciones de Kara Hayward (Suzy, personaje de quien se dice que se inspiró la diseñadora de indumentaria inglesa Clements Ribeiro para los diseños de la temporada invierno), Jared Gilman (Sam), Edward Norton y Bruce Willis.
Lucía Luna
Para ver la colección de indumentaria de Clements Ribeiro: http://www.clementsribeiro.com/
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