Dentro del drama contemporáneo que atraviesa hoy en día a las personas con
posibilidades biológicas de gestar, el más complejo probablemente de todos los
planteos, es aquel que debate que la elección sobre si ser madre o no serlo,
sea realmente una elección. Muchxs dicen que, dada la
magnífica potencia que generó durante siglos (y sigue generando) la imposición de
completar la categoría “mujer” siendo madres biológicas, ya no es posible considerar que sea verdaderamente una elección, que esa elección responda a un
deseo real. Por eso, uno de los grandes logros de “Los hijos de otros” es
justamente retomar amorosamente las posibilidades de las relaciones amorosas, que
dan opción de abrazar los vínculos “madrastra o padrastro e hijxs”, esas
relaciones subestimadas y desvalorizadas en nombre de la “normatividad familiar”
a la que adecuarse. Y también la película trata las posibilidades del dolor que
el fracaso de estas relaciones puede conllevar. Una historia de amor condensa, contempla y contiene, más
historias de amor. En francés, “madrastra” se dice “belle mere”, algo así como “bella
madre”, que no tiene la carga negativa que lleva en el castellano “madrastra”,
palabra relacionada inevitablemente con la brujería, la envidia, la fealdad y,
sobre todo, la vejez. Vejez implica un tiempo cronológico, un vencimiento, una
caducidad. Y, en la literatura clásica infantil, madrastra evoca una mujer adulta que envidia la belleza y la juventud
de la nueva hijastra. Pero “Los hijos de otros” se encarga de cuestionar y
contrariar esta idea tan rígida sobre las mujeres sin hijos naturales y de más
de 40 años. Porque sí, hablamos en cine, en libros, en diarios y en
poemas sobre amor, el libre, el
poliamor, los padres, las madres, lxs hijxs, incluso abuelxs y todo lo que
merece el imperativo de la normativizada y aceptada familia biológica. Y en
este revuelo, Rebecca Zlotowski sugiere: prueben con la maternidad que no es
necesariamente la biológica, que no cumple con ningún límite de tiempo, la
maternidad amorosa, esa hermana siempre degradada, subestimada de la maternidad
biológica y del amor, de quien se cuentan historias de brujas feas con narices
grandes que se miran al espejo recordando su belleza, por el enorme miedo que
provoca no sólo no tener hijxs naturales, sino también la vejez. Y por qué
mirar allí, porque no importa más la biología que el intento por cuidarnos,
cuidar y de hacer y hacernos menos daño del que ya está hecho. Y ese es
otro de los puntos que toma la película: las mujeres y los relojes. El reloj biológico que va a conllevar siempre
a la derrota y el reloj personal, el que retome los valores personales que
están por fuera de cualquier imposición, ese reloj oculto al que escuchamos sonar,
pero nunca ubicamos.
El resultado es una película que
destaca las relaciones entre mujeres, y que cuestiona la caducidad del amor
cuando lo que no funciona es una relación, una película que reclama un reloj
que no sea biológico y al que se le de cuerda en cualquier lugar menos en un
consultorio ginecológico.
Lucía Luna
Año: 2022
Duración: 104 min
País: Francia
Dirección y Guión: Rebecca Zlotowski
Música: Robin Courdert, Rakotondrabe Gael
Fotografía: Georges Lechaptois
Reparto: Viginie Efira, Roschdy Zem, Antonia Buresi, Yamée Couture, Victor Lefebvre, Chiara Mastroianni, Mireille Perrier, Sébastien Pouderoux, Henri-Nöel Tabary, Frederick Wiseman.
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