LAS CINEPHILAS - TRAILER - English Subtitles from Las cinéphilas on Vimeo.
Las cinéphilas, de María Álvarez
Llego tarde a la película. Durante mi breve
estadía en la Enerc tenía un profesor que decía que si no veías los créditos
iniciales y finales de una película no se podía decir que habías visto la
película completa. Me da vergüenza entrar tarde. Hoy traicioné a ese profesor.
No importa, él me traicionó a mí hace tiempo.
Cuando entro en la sala a oscuras hay un primer plano de una señora elegante
con un fondo negro que habla a cámara sobre su relación con el cine. No habla
del cine como trabajo, ni del cine como oficio, incluso más adelante se
distinguirá de los espectadores. Se autodenomina cinéfila. Cinéfilo es una
palabra que a lo largo de la proyección irá avanzando en mi mente por un
recorrido de significados que ocuparán finalmente un lugar parecido al que
ocupa la palabra amateur. Palabras
bastardeadas que sin embargo esconden un profundo amor por la actividad,
amateur es, me lo enseñó un amigo, la persona que ama lo que hace. Amateur es
el que ama. El que dedica tiempo y amor.
Mujeres que van al cine solas. Mujeres
grandes que van al cine solas. Mujeres grandes y jubiladas que van al cine
solas. Van al cine solas porque les gusta hacerlo y le dedican su tiempo y
amor. Pero cuando son enfrentadas a esa pregunta (por qué van al cine?) ellas
mismas se contestan, qué más podría
hacer? Miran sus mapas, catálogos, programas de festivales, sus álbumes
familiares y sus cuadernos de bitácora y señalan sus sistemas y métodos para
elegir las películas que van a ver. Una de ellas dice: el cinéfilo es el que cruza la ciudad. Y yo recuerdo la primera vez
que fui a un Bafici, en el año 2002 y me digo a mi misma, el cinéfilo no es el
acreditado, es el que junta el dinero de donde pueda para poder comprar su
entrada de festival. Ese año no tenía dinero y lamentaba mucho no poder ir al
cine, pero finalmente, por una razón mágica, misteriosa y sorpresiva, en mi
cuenta sueldo aparecieron 600$ de algo que no pensé que fuera a cobrar, y
pensándolo bien, no hubiera querido cobrar. Alguien que había muerto me dejó
ese dinero de un seguro. Y lo interpreté como un envío sanador para poder ir al cine.
Hice cola en el Abasto, saqué las entradas que quería, lamenté no conseguir
aquellas que se agotaron y finalmente me encontré con un amigo a tomar un café.
Mi amigo tenía un regalo para mí. El regalo estaba envuelto, y cuando lo toqué
pensé que era una billetera pero no. Era un pequeño dispositivo para guardar
entradas, hecho con restos de discos de vinilos rotos.
El cinéfilo es el que cruza la ciudad, repite
una de las cinéfilas. Y Leopoldina se
queda esperando a que la venga a buscar la persona que la cuida, cuando sale de
la filmoteca uruguaya, sentada al lado de la sala “Chaplin”, en una escena que
podría ser desoladora, pero sin embargo no lo es (tanto).
Pasa Lucía y le comenta la película que
acaban de ver. Pienso en el cine como evento, en el cine y su rol social, pero
más que en el cine, pienso en las filmotecas, en los clubes de cine de barrio
con proyecciones de películas, pienso en la sala Lugones, y me acuerdo del
viejito que iba a dormir, que roncaba y hacía ruido, pero siempre siempre, podía hablar con convicción sobre la
película que daban. Recuerdo hasta una cita que tuve una vez, alguien me invitó
a ir al cine y yo contesté de manera ingenua que no tenía plata pero que
juntáramos tapitas de coca cola, que con 4 nos daban las entradas. Y así,
fuimos al cine a ver Mulholand Drive, gratis, juntando tapitas.
En una escena de Las cinéphiles, una de las
señoras, sube por el ascensor hasta el piso 10 del CC San Martin y llega a esa
Lugones que hoy está cerrada e inaccesible. Me apeno, me entristece encontrar
que nos fueron quitando espacios, que los lugares que teníamos los que hoy
somos considerados minorías nos fueron quitados. La Lugones era espacio de
estudiantes y jubilados. Recuerdo también el primer cine al que fui con mi
mamá, casualmente también fue el último al que fuimos juntas. Me llevó a ver Ico, el caballito valiente al cine Electric,
un cine que ya no está, pero algo queda de su cartel y sus huellas, lo que
desaparece pero deja sus rastros… y también fue ese el
cine al que fuimos por última vez, muchos muchos años después vimos ahi Matrix II. Y recuerdo también la última vez
que fui al cine con mi abuelo, en el cine Gaumont, mi abuelo, que no me
compraba pochoclo pero sacaba de su morral naranjas para que no pidiera
golosinas que no iba a poder pagar, en el cine Gaumont, que ahora es un territorio en donde se juega
la defensa de la ley de cine y el fondo de fomento y cuantas otras cosas más.
Ahora también creo que lo que se juega a defender es un territorio, justamente.
Es el territorio de eso, del espacio de quienes no tenemos otro espacio. Las
cinematecas, el cine accesible, la entrada barata o nula, el lugar del
resguardo de lo que para algunos es importante, lo que, para algunos, como dice
una de las cinéfilas de la película de María Alvarez, es lo que tiene que ser, o qué otra cosa más hacer salvo ver películas? Un rector concursado a
la basura, un director al que saludan ovacionando y de pie y es menospreciado y
vapuleado por quienes detentan poder. Animales sueltos en la tele que se rien del apellido de del director del Incaa sin poder ni siquiera chequear que la foto que publiquen sea la correcta. El
Sívori cerrado. El centro cultural Recoleta desmantelado de sus talleres
históricos y sus docentes corridos de lugar, arrinconados y sofocados en un
espacio nulo.
Cinéfilo es el que cruza la ciudad. Corríamos para llegar al cine Atlas, en la Avenida Luro de Mar del Plata y después meternos en un pequeño antro con olor a humedad llamado cine Neptuno, que era en un subsuelo con luces de neón, donde vi una película con Vale de la que ella salió deshecha. Mi mamá me contaba de la vez que vio Terciopelo Azul en Hebraica, otra de las filmotecas con riesgo de extinción. Ya no hay cines en Once, ni en Parque Patricios, ni en Almagro. Hay shoppings con cines, no hay filmotecas, no hay espacios de cine para jubilados y estudiantes.
Cinéfilo es el que cruza la ciudad. Ahora más que nunca. Cuando Lucho empezó a estudiar cine, hace muchos años, me dijo un día que había conocido la obra de un japonés que le había conmovido el corazón, pero con violencia. Nada se sabía de él hasta que estrenaron Sonatine en una sala muy chiquita en el Cine Cosmos. Me acuerdo del olor de la sala cuando entramos y eran butacas en fila, como un colectivo maravilloso de cine, en donde vi por primera vez una película de Kitano y en 35 mm.
Cinéfilo es el que cruza la ciudad. Corríamos para llegar al cine Atlas, en la Avenida Luro de Mar del Plata y después meternos en un pequeño antro con olor a humedad llamado cine Neptuno, que era en un subsuelo con luces de neón, donde vi una película con Vale de la que ella salió deshecha. Mi mamá me contaba de la vez que vio Terciopelo Azul en Hebraica, otra de las filmotecas con riesgo de extinción. Ya no hay cines en Once, ni en Parque Patricios, ni en Almagro. Hay shoppings con cines, no hay filmotecas, no hay espacios de cine para jubilados y estudiantes.
Cinéfilo es el que cruza la ciudad. Ahora más que nunca. Cuando Lucho empezó a estudiar cine, hace muchos años, me dijo un día que había conocido la obra de un japonés que le había conmovido el corazón, pero con violencia. Nada se sabía de él hasta que estrenaron Sonatine en una sala muy chiquita en el Cine Cosmos. Me acuerdo del olor de la sala cuando entramos y eran butacas en fila, como un colectivo maravilloso de cine, en donde vi por primera vez una película de Kitano y en 35 mm.
Paloma muestra su álbum familiar como si
fuera una de las condiciones para explicar su amor por el cine, como si algo
pudiera ilustrar que su soledad y la actividad cinéfila tienen algo que ver. En todas las fotos ella aparece
con una sombra. Literalmente, su esposo,
que está al lado suyo en cada una de las fotos, se “volvió sombra” dibujándose
encima con una birome negra, tachándose la cara, dejando un rastro pero
eliminándose; se volvió sombra, dice Paloma, no quería que lo vieran. Como el
cine Electric, como tanto de las cosas que desaparecieron que estaban
cerca nuestro y resguardamos, y en algún momento, por alguna razón estúpida,
dejamos de mirar y chau, eso fue suficiente para que desaparecieran, para
facilitarle a los desaparecedores de cosas preciadas la posibilidad de sacarnos de la vista algo y de
arrebatarnos lo que queremos del corazón. Es un segundo, no mirás, y alguien se
convierte en sombra. A diferencia de los comunes mortales, que olvidamos y
dejamos que los demás olviden y nos olviden, ellas repiten los diálogos de las
películas que las conmovieron y recuerdan sus climas y luces, sus olores y
silencios. Las cinéfilas recuerdan y guardan, siguen y viven, en contra de
cualquier pronóstico y condición. Resguardan porque no hay lugar más honesto
desde donde resguardar que el del amor.
Lucía Luna
Las cinéphilas, de María Alvarez
jueves 20/04 21:30 en el Village Recoleta
viernes 21/04 16:30 en el Village Recoleta
domingo 23/04 22:45 en el Arteplex Belgrano
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