A los latigazos. Pedagogía feroz.
En el Zen en
El Arte del Tiro Al Blanco, un filósofo alemán llamado Herrigel viaja a Japón para conocer y probar otra cultura, e
intenta, con toda la voluntad y entendimiento racional aprender a tirar al
arco, pero fracasa invariablemente. No comprende lo que el maestro le dice, y cuando cree llegar a algo, el maestro lo
desmorona y no puede tirar aceptablemente por más que practica durante años, y
desespera; ya no puede abandonarse de sí
mismo y entonces no puede dejar de pensar en lo que está haciendo.
Pero existe un golpe en Zen, que es el que despierta;
el golpe es lo que entra al estado de
iluminación, cuando estamos sobre lo que
hacemos. Lo que dice Castaneda; que
hay algo peor que el temor al aprendizaje: lo terrorífico de no conocer.
En el momento en que Fletcher aparece ante Andrew
hay un latigazo en el aire. Pero es posible que no sea el golpe de la puerta,
porque todos sabemos que no hay puerta y que esta está abierta. No es la ventana de la
puerta por la que espía Andrew a la Big Band a la que todos en el instituto
quieren acceder. Porque en sí, la puerta no existe más que en la percepción de
Andrew, que va a creer para descreer, que quiere pertenecer para ser, que será
golpeado y aún así no despertará.
Cuando es llamado por Fletcher, Andrew cree que es
el elegido, entonces a su vez, elije a Nicole, la chica que vende el pochoclo
en el cine al cual va con su padre. Pero la elección es imposible, cuando crea
que entienda llegará por las vías equivocadas.
La madrugada del ensayo en el que es elegido para acceder, Andrew se queda
dormido y corre y cae por las escaleras. Es el segundo golpe. Pero entonces
descubre que no es la hora. Lo que hace que deba esperar. Horas. Sólo. En
silencio. En una sala vacía.
Existen dos temas en cuanto al silencio: el silencio
de la espera de Andrew en la sala vacía, y el silencio de los músicos ante la
entrada de espanto de Fletcher. En ése punto la concentración es total. La
pregunta que podemos hacernos a nosotros, si es que vemos la película en un
lugar que no sea el cine es: dónde está el silencio. Y en qué lugar encuentro
mi concentración. En dónde siento el golpe, en dónde el golpe es lo que me
despierta.
Los maestros Zen responden a veces a la pregunta con
un golpe. La pregunta aquí es: ¿are you rushing or dragging? La forma brutal,
suspende la pregunta porque en sí, aún el tiempo es lo que marca el acelerarse
o arrastrarse. Pero el tiempo se acelera o arrastra indiferente y no es lo que
Andrew llega a conocer. Lo que sabe ahora es que todo el discurso del ego en la
casa familiar, el intentar darse la importancia en relación con el trabajo de
los otros es falso.
La sonrisa de Andrew nace cuando cree en lo que es
pura vanidad y se sostiene porque la vanidad es lo que lo mueve. Por eso su traición.
Cree que la técnica le permitirá acceder. Pero la técnica es cuando se es
siendo en la cosa. Lo que Andrew cree es que es apenas práctica y tiempo,
dejarlo todo, tener el don, que le permitirá permanecer y pertenecer. Lo que
Fletcher le recuerda es que la élite es despiadada, incluso arbitraria, pero que no es lo que le permite
superar su pura vanidad de quién es, qué es lo que estudia y dónde. Para ser,
debe estar siendo. Entonces Andrew aún no
entiende que está en el lugar por accidente, y por una traición inconsciente.
Andrew se confunde por la pedagogía feroz, y es inútil, porque no entiende el
tiempo: está acelerándose para arrastrarse. La sangre: sangre en las manos, en
el temblor, en la pérdida del lugar, muestran que el cuerpo fluye, pero que él
no puede moverse. Aún no trasciende la pregunta ¿are you rushing or dragging?
Va de la traición a la ferocidad, de la expulsión
del paraíso a desarmar las herramientas, y cuando sucede se despoja de todo.
Entonces ya no piensa, y va liviano, casi es aire. Y
cuando está liviano y nada espera, sucede. En el encuentro del azar de los
expulsados del Paraíso surge nuevamente el golpe como idea: el platillo del
baterista Jo Jones volando hacia la cabeza de Charlie Parker, para que Parker,
que lo sabe todo, entienda que aún no tiene nada, y deba alejarse y practicar:
practicar hasta que corra la sangre en el agua helada, y aún así, eso no sea
suficiente: para convertirse, no en la cosa, sino, ser ella. Para ser Bird. El brutal Fletcher dice sobre su
rol: cualquiera puede encontrar el tiempo y agitar las manos, pero lo otro, no
probar que las sillas vuelen para que
nazca Bird, es una tragedia
absoluta.
Lo otro es el carnaval de la vanidad, el puro ego.
Es olvidarse del regreso maniático a la música hasta hallar la diferencia
imperceptible para cederse a confiar en la espera del que aprueba en las
audiciones y los concursos y las competencias, creerse la elite, sentirse que
se es porque se está ahí: en el nombre en el cartel o en el programa, en los
agradecimientos, en el título de la muestra, en la mesa redonda, en las fotos fatuas
o en el saludo jactancioso al que tiene algún tipo de prestigio, prestado como
todo los prestigios. Andrew aún no
siente el latigazo (el whiplash), sobre el que se vuelve una y otra vez. Sentir el latigazo es lo que hace que el
discípulo sea el maestro, porque es cuando encuentra su vía, y porque ya no
piensa en la cosa, sino que es lo que hace. A veces, excepcionales veces, esto
aparece. En el trabajo de un carpintero, en un chofer, en alguien que hace
números en la universidad.
En el tema del que hablamos, estuve cuando ocurrió
eso en el escenario en Buenos Aires, con Wayne
Shorter y su trío, lo sentí una noche en la Avenida Corrientes con Dino Saluzzi. Y cuando eso ocurre todo
no es más que un tren, lo inmóvil que se mueve. Un tren sin dudas que se lanza
a través nuestro tan liviano que desaparece y que aparece y vuela por unas vías
de viento.
Roberto
Camarra, febrero de 2015.
Herrigel,
Eugen. El Zen en el arte del tiro con arco. Gaia, Madrid 2010.
Castaneda,
Carlos. Las Enseñanzas de Don Juan. Fondo de Cultura Económica. México, 1968.
Whiplash.
Estados Unidos, 2014. Dirigida por Damien Chazelle. Interpretada por J. K.
Simmons y Miles Teller.
Música por
Justin Hurwitz.
Es una de las películas con temática de música que más he disfrutado, me gustó mucho la actuación de J. K. Simmons que no le dejo el camino fácil a Miles Teller, que tiene talento pero no es un prodigio en la música sino que debe de ensayar y aprender para ser grande.
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